Hace más de tres años, dimos en adopción a Rita, una gatita de cerca de tres meses. Como todos los gatitos pequeños, era toda una muñequita. Tras el proceso de adopción y la aceptación de los seguimientos rutinarios, los adoptantes se fueron felices. Lo malo sucede cuando, de pronto, pierdes el rastro del adoptante: correos electrónicos a los que no contestan, teléfonos dados de baja o direcciones donde ya no residen… Sin venir a cuento, de un día para otro, ya no podemos saber cómo está ese animal que hemos dado en adopción.
Hace un mes, nos llamaron desde urgencias de una clínica veterinaria para comunicarnos que tenían un gato a nombre de la asociación que había sido atropellado. Se trataba de Rita —quien resultó ser un machito— al que ni siquiera habían hecho el cambio de titularidad del chip. Gracias a que seguía a nuestro nombre, fue hospitalizado diez días debido a un trauma en la cabeza. El pobre se moría de dolor, pero le pudieron estabilizar. A día de hoy sigue con cuidados veterinarios, ya que no está recuperado todavía.
Rito ha estado viviendo en la calle mucho tiempo… Por ello, pedimos RESPOSABILIDAD a la hora de aumentar la familia. Nadie te obliga a tener un animal. Si aceptas esta responsabilidad, hay que ser respetuosos con ellos. La base de nuestra convivencia y educación está en el respeto.